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PAISAJES VORACES. Crítica de la película "Jauja"

  • Writer: María Vaquero
    María Vaquero
  • Dec 13, 2014
  • 2 min read

Al ver Jauja, la última película del argentino Lisandro Alonso (director de Liverpool o Los Muertos), retumba en nuestra cabeza la cita del filósofo griego Aristóteles; "La naturaleza nunca hace nada sin motivos".


En un formato diapositiva, filmado en 35 mm y con ciertos movimientos de cámara documentales; Alonso cuenta la historia del capitán Gunnar Dinesen, ingeniero en el ejército argentino durante la "Conquista del desierto" en el siglo XIX. Desde el momento en que su hija adolescente Ingeborg se escapa y él sale a buscarla por el desierto, comienza su viaje hacia ninguna parte. El motivo de la escasa explicación narrativa respecto a este film, es que sus paisajes están tan hambrientos que devoran todo a su paso.


El paisaje es el verdadero testigo de lo que ocurre en la película, y no el espectador. "El desierto se come todo", avisa el militar Ángel Milkivar, y cuando vemos que muchas acciones ocurren en fuera de campo mientras nosotros sólo vemos el encuadre fijo de un bello paisaje, nos damos cuenta de que el paisaje no nos deja ver. Vemos dos adolescentes medio desnudos, varios muertos, un aborigen que se guarda un pelo rubio en el pantalón, la aparición de un perro y una señora danesa que vive en una cueva. Pero, el paisaje no deja ver el sexo, el asesinato, las historias anteriores de los invitados pasajeros en este film o las intenciones y pensamientos del protagonista. Cuando se nos presenta a Viggo Mortensen a través de su reflejo en el agua y no directamente, nos damos cuenta de que estamos viendo lo que los paisajes y la naturaleza nos permiten ver.


Lisandro deja claro que a partir de la aparición del perro en el camino del capitán Dinesen, la película se convierte en algo muy diferente. El protagonista se duerme en una roca bajo las estrellas y ahí comienza lo experimental, narrativamente hablando.


No es común encontrarse a una mujer danesa con un vestuario pomposo, que vive en una casa-cueva amueblada con dos sofás y que dice ser, a ojos de todos, la Ingeborg desaparecida hace más de treinta minutos de película (con unos años de más). Esto está justificado, ya que la idea de que el padre no vea que su hija se ha hecho mayor existe desde el principio de la película; pero el director argentino nos ha querido hiperbolizar el hecho mostrando a una señora que nada tiene que ver ya con una adolescente. Vuelve aquí, de nuevo, la frase "el desierto se come todo". Ineborg desaparece y el desierto se come su inocencia, su virginidad y muchos años de su vida.


Jauja es un film, que sin ser retrospectivo, nos muestra el mundo y nos hace plantearnos que más hay. La luz (muchas veces artificial), el paisaje hipnótico y la composición que integra forma y fondo confirma la idea de que los personajes son un elemento más del paisaje representado y es por ello que éste hace y deshace a su antojo en sus vidas.


Puede parecer que se represente al paisaje como algo egoísta y como un enemigo de los personajes y del espectador; pero hay que recordar que "La naturaleza nunca hace nada sin motivos".


 
 
 

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