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VERDAD O ACCIÓN. Crítica de la película Birdman, de A.G.Iñárritu

  • Writer: María Vaquero
    María Vaquero
  • Mar 4, 2015
  • 2 min read

«La verdad siempre es interesante», afirma el aclamado actor Mike Shiner ante el juego de verdad o acción al que le somete Sam Thomson a lo largo de la película. Con este inapreciable pasatiempo nos plantea Iñárritu lo que podría ser la clave de Birdman (2014). Riggan Thomson, protagonizado por un renovado Michael Keaton, quiere pasar página a lo que fue una etapa de su vida en la que interpretaba al superhéroe Birdman. Un superhéroe que ahora actúa como el alter ego de Riggan y le incita durante el film a ser alguien de quien este huye. Aquí confluye la lucha entre verdad y acción: una verdad buscada por el protagonista (ya sea interiormente o encima de un escenario) y una acción solicitada por ese hombre pájaro que sobrevuela la cabeza de «su otro yo», intentando darle un picotazo.


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A.G. Iñárritu explora un nuevo cine a través de un largo y falso plano-secuencia que no hace otra cosa que confundir, más aún si cabe, ficción y realidad; aparte de hacernos una visita guiada por las vidas, anhelos y ambiciones de unos actores de teatro. Cargada de personajes bien construidos como la hija drogadicta, el casi neurótico actor de Hollywood o el particular abogado de Riggan, Birdman se convierte en una película redonda y sin cabos sueltos. Si hablamos de redondez, no es en vano; el juego que parece ser un tonteo absurdo entre dos personajes, resulta marcar el ritmo del film. Un ritmo tocado a golpe de baquetas en una música, aparentemente extradiegética, que nos hace entrar en el angustiado mundo de Thomson y, lo más increíble, nos incita a quedarnos.


El humor negro y la agresividad que caracterizan a Birdman, están representados con una magnífica fotografía. Cuando Thomson entra en una licorería multicolor, no sabemos por qué pero nos dejamos envolver; las luces nos enredan y nos introducen en unos planos que nos dejan respirar por los cuatro límites del cuadro, sin agobios. Pero la fotografía no va sola, le acompaña el caos realidad-ficción que Iñárritu consigue al elegir como protagonista a ese Batman de Burton que hizo estar a Keaton en lo más alto de su carrera (antes de que su nombre cayera casi en el olvido). Y así, que Thomson y Keaton se den la mano desde un lado y otro de la pantalla es de un disfrute innegable. Es quizá este tema el que lleva a Iñárritu a planificar una guerra contra el género de superhéroes en varias ocasiones, lo que hace que Birdman peque, en este aspecto, de ser una injusta ejecutora.


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Aún así, Birdman es una película de libre entendimiento, lo que la convierte en un objeto de estudio y no en una simple película efectista, como muchos afirman. Pero aquí está el verdadero debate: ¿Es Birdman artificio o realidad? Y es que Iñárritu ha creado, sin saberlo y de una manera anticipada, una controversia en torno a su obra mediante una niñería de colegio: ¿Es Birdman verdad o acción? Es aquí donde el término redondez, utilizado anteriormente para definir la composición estructural del film, hace honor a su trascendencia. La respuesta es que Birdman es ambas cosas. En un final en el que el Ícaro Thomson vuela sin alas, nunca la verdad había sido tan entusiasta ni la acción tan sincera.


 
 
 

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