TEXTURAS VIRTUALES, crítica de la película "Videofilia (y otros síndromes virales)", de Ju

Juan Daniel F. Molero nos ha inyectado una dosis de realidad de la manera más intuitiva; y nos hemos enganchado. Videofilia (y otros síndromes virales), segundo largometraje del director peruano, bien podría ser una traducción de los síntomas que provocan unas drogas en mentes ajenas, pero este film resulta ser una droga en sí de la que es difícil escapar. Si nos habíamos planteado antes a qué sabe la droga, Molero nos responde con collages en los que formas, conceptos y colores se funden en una coreografía que nos incita a bailar sin saber bien cuáles son los pasos.

Luz y Junior, protagonistas de la historia, se conocen físicamente, tras haber mantenido encuentros virtuales, en un mundo que se pregunta por qué no se ha cumplido la profecía maya acerca del fin del mundo. Entre gérmenes reales y cibernéticos se sostiene Videofilia, una obra experimental que nos regala alguna que otra secuencia compuesta estéticamente de texturas y efectos, dentro de una historia visualmente realista. Por pasos: ella toma una droga que parece no culminar, la pantalla se convierte en un óleo y se entiende que la droga está haciendo(nos) efecto; pinceladas a un lado, rostros escondidos cual camaleón en peligro, texturas virtuales y píxeles que lo nublan todo. “Mi día a día no lo veo en HD, el píxel se asemeja más al funcionamiento de los recuerdos”, confiesa Molero. Es así como Videofilia contiene imágenes agotadas, lentas, rápidas y aleatorias, que forman determinados virus a lo largo de la película y nos hablan directamente desde el otro lado de la pantalla. El bombardeo de imágenes pornográficas, emoticonos bailones y ventanas de peligro (en una perfecta armonía del caos) contienen para Molero una denuncia a la fijación que existe con Internet, sobre todo en Perú.

Siendo una película que camina de puntillas entre el género fantástico y de terror, Videofilia nos vende, inyecta y engancha a las drogas, recibiéndolo nosotros como una experiencia que nos traslada a la atemporalidad más absoluta. “He pretendido tomar la fórmula del género y hackearla”, afirma el director peruano, introduciendo así en esta “realidad” rodada, virus y programas que escapan a nuestra percepción rutinaria. Esto se debe a la híper realidad y la sobre estimulación en las que se basa Molero para contar su historia; los videojuegos y la pornografía están presentes en todo el relato como los protagonistas que consiguen que la juventud limeña simule su existencia (sin llegar a vivirla de manera totalmente consciente). Y así es como este director pone de manifiesto la capitalización de la identidad a través de la construcción de un avatar, metiéndonos en el cuerpo muchas dosis, como relámpagos en la piel, en las que el principal síntoma es el miedo a la deshumanización.

Por lo que, en un cóctel en el que se ha licuado lo alucinógeno, lo virtual y lo onírico, Videofiliase (y nos) pregunta qué es lo que somos y qué se muestra de lo que somos, a lo que nosotros respondemos con un largo y profundo trago de esa bebida, mientras reflexionamos en silencio y sentimos miedo de una virtualidad urbanita. ¿Dónde quedaron esos largos prados verdes donde dos personas corrían, se enamoraban y sentían brotar el aire en sus rostros? Ahora todo tiene límites; una pantalla que contiene a presión millones de sentimientos (no) encontrados corre el peligro de explotar y empaparnos de las intimidades y los secretos ajenos. Durante el film, hemos sentido cada textura virtual rozando nuestro cuerpo, sintiendo un placer del que rápidamente huimos. Esto es Internet, y Juan Daniel F. Molero ha querido recalcar con su video-creación que tanto los sueños como las alucinaciones son igual de reales que Internet. Si todo se difumina cuando una droga recorre nuestro organismo o cuando un sueño nos golpea mientras dormimos, Internet se difumina con cada ola, kien eres?.

*Crítica realizada para el medio Sala 1, revista digital de cine.